Para siempre oh Señor, permanece tu Palabra en los
Cielos. De generación en generación es tu fidelidad. Tu afirmaste la Tierra y
subsiste. Salmo
119:89-90
Queridos
amigos del Blog, hoy quiero compartirles algo muy importante para la vida
cotidiana: LA LEALTAD. Este es un valor moral tan olvidado en estos tiempos que
llevan a la sociedad a un caos. Su autor es de las épocas antiguas, es decir,
450 años después de Cristo. Estoy hablándoles del famoso filósofo y escritor
San Agustín. Nacido al norte de África en el año 354 después de la crucifixión
de nuestro redentor. Era hijo de un pagano, pero su madre Mónica era cristiana
y oraba mucho a Dios por él. Agustín murió el 28 de agosto del año 430 y fue
enterrado en Hipona. Sus restos fueron trasladados a Italia. Observemos lo que
escribió él en esos lejanos tiempos.
La lealtad
no tiene que ser definida para muchas personas pues la practican a diario, pero
lamentablemente para otras, la fidelidad está mal dirigida. No olviden que la
deslealtad cobra un tributo muy grande al que la práctica y que la verdadera
fidelidad soporta las tormentas, resiste la tentación y no titubea cuando es
atacada.
Por ejemplo, cuando Daniel fue lanzado al foso de los leones, el permaneció leal a su compromiso con Dios. La lealtad marca la felicidad y con la bondad constante puede lograr mucho. ¿Qué ha pasado con la devoción en nuestros hogares? Donde está la lealtad para aquellos que amamos? De acuerdo a la Palabra de Dios, nuestra fidelidad no está diseñada para ponerla en superestrellas, celebridades o dignatarios. Primeramente debemos amar a Dios con mucha lealtad, a nuestra familia y semejantes. ¿Cómo es el amor? El amor tiene manos para ayudar a los demás, tiene pies para correr hacia los pobres y necesitados, tiene oídos para atender los suspiros y sufrimientos de la humanidad. En un instante el amor puede transformar el mundo pues el amor da vida. Cuando actuamos con amor, entonces nos mostramos lealmente en la sociedad. Todos amamos algo o a alguien. El amor nos motiva y nos moldea en lo que nos apasiona. Nunca se logra nada importante sin una dosis de pasión. Jesús era apasionado, murió por nosotros porque nos amaba apasionadamente. Así que haga la promesa de mostrarles a Dios y a su familia mucha lealtad y amor. Recuerden, nosotros sin Dios nada podemos, pero Dios sin nosotros nada quiere. No olviden que un cristiano sabe cómo ser leal y como organizar su vida; aun con lagrimas en los ojos se las arregla para sonreír y decir: "Estoy bien, gloria a Dios".
Por ejemplo, cuando Daniel fue lanzado al foso de los leones, el permaneció leal a su compromiso con Dios. La lealtad marca la felicidad y con la bondad constante puede lograr mucho. ¿Qué ha pasado con la devoción en nuestros hogares? Donde está la lealtad para aquellos que amamos? De acuerdo a la Palabra de Dios, nuestra fidelidad no está diseñada para ponerla en superestrellas, celebridades o dignatarios. Primeramente debemos amar a Dios con mucha lealtad, a nuestra familia y semejantes. ¿Cómo es el amor? El amor tiene manos para ayudar a los demás, tiene pies para correr hacia los pobres y necesitados, tiene oídos para atender los suspiros y sufrimientos de la humanidad. En un instante el amor puede transformar el mundo pues el amor da vida. Cuando actuamos con amor, entonces nos mostramos lealmente en la sociedad. Todos amamos algo o a alguien. El amor nos motiva y nos moldea en lo que nos apasiona. Nunca se logra nada importante sin una dosis de pasión. Jesús era apasionado, murió por nosotros porque nos amaba apasionadamente. Así que haga la promesa de mostrarles a Dios y a su familia mucha lealtad y amor. Recuerden, nosotros sin Dios nada podemos, pero Dios sin nosotros nada quiere. No olviden que un cristiano sabe cómo ser leal y como organizar su vida; aun con lagrimas en los ojos se las arregla para sonreír y decir: "Estoy bien, gloria a Dios".
La fidelidad
de Dios es de generación en generación. Yo misma experimento su fidelidad cada
día, cada momento, y en cada circunstancia. Yo veo la fidelidad de Dios en mis
seres queridos, en mi familia, en la iglesia, y alrededor del mundo entero. La
fidelidad de Dios es tan grande, que si nosotros fueremos infieles, El
permanece fiel (2Timoteo 2:13). ¡Que ejemplo! Deberíamos nosotros hacer lo
mismo y practicar la lealtad y fidelidad en todas nuestras relaciones
interpersonales empezando con la matrimonial. El que es fiel a Dios, es fiel a
su prójimo. ¿Estás cumpliendo este principio?
Con amor,
María Fanny Agudelo
03/30/15
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