Permítanme empezar con una serie de interrogantes: Nosotros podríamos afirmar que hemos sido creyentes toda la vida, pero si esto fuera así ¿por qué se nos presentan tantos interrogantes? Yo mismo me pregunto, por qué no corregí tantas desfachateces que yo escuchaba. También cuando delante de nuestros ojos cometían actos indignos tales como conversaciones deshonestas y obscenas con frases vulgares, irrespetar a los niños y ancianos, y escuchar comentarios de grandes errores acerca de la fe. En fin, ver como se levantaba la juventud plagada de deshonestidades y engaños. Juventud que a todo un Dios apenas si lo mentaban, pero sin meditar siquiera por un momento que significaba para sus vidas ese precioso nombre de JESUCRISTO. De allí viene nuestra gran pregunta hoy: ¿Por qué yo me quedaba callado? ¿No podría yo haber hecho
algo? ¿No podría haber orado a Dios para que El me diera sabiduría para llenar de consejos con amor y compasión a estos jóvenes y a la vez entablar con ellos conversaciones edificantes? Solo así se podría haber dado otro giro a las conversaciones de ellos. Por favor no perdamos el tiempo ni las oportunidades que vienen y se van. Y seguimos preguntándonos: ¿Por qué yo me pase la mayor parte de mi vida sin hacer el bien que más yo podía hacer? Pero no nos
debemos agobiar por este complejo de culpa y no nos podemos revolcar en el pasado porque nos quita la paz verdadera, la paz que nos regalo el Señor. Lo que si podemos hacer es vivir el momento presente corrigiendo nuestros errores del pasado y aprovechando las oportunidades que son tantas. Queridos hermanos hagamos todo esto sin timidez y revestidos con toda la autoridad del Cielo, pero con respeto y prudencia. Es el momento presente; es el momento de actuar.
Cordialmente,
José Joaquín Agudelo G.
Julio 12, 2001