¡Qué bueno es desearle algo bonito y en silencio a quienes amamos y nos aman, para luego ver que Dios se los concede en alta voz! ¡Qué bueno es interceder en privado por nuestra familia y amigos y después ver que el Señor les responde en alta voz!
Sabían que las personas fuertes sonríen con el corazón roto, lloran a puerta cerrada y pelean batallas de las cuales nadie se entera, sólo Dios. Señor no vengo a pedirte nada sino agradecerte tanto que me has dado sin yo merecerlo.
Les cuento que son muchos los milagros en alta voz. Por
ahora voy a darles el testimonio de algunos y estoy segura de que otros vienen en camino. El milagro más grande en este
tiempo siempre ha sido la salud y la sanación del COVID para mi hijo Germán, mi hija Consuelo y de otros más de mi maravillosa familia. Claro que no sólo tuvimos que clamar al Todopoderoso en silencio, sino también en cadena de oración y en voz alta como lo hizo el ciego Bartimeo que decía: ¡Jesús ten misericordia de mí! Luego miramos la boda de mi nieto Paul; oramos al Señor en silencio y El nos ha contestado en voz alta dándole el maná escondido que tenía para él. Sigue mi nieto Wesley, quien siempre ha sido bendecido por el Señor en toda situación, llámese salud, examen nacional de medicina o de la universidad, viajes
familiares, etc.; estos también son milagros en alta voz por las oraciones familiares. Sigo con el mío, otro testimonio: Mi Doctora primaria se llama Lucero Chueca del Perú. Un día llamaron a mi hija Gloria preguntándole acerca de la labor y atención de la Doctora hacia mí; le preguntaron a Gloria si la doctora lo hacía bien. Gloria respondió con palabra agradable y buena calificación. Pero luego nos preocupamos porque pensamos que algo podría andar mal. Entonces fuimos temerosas a la próxima consulta con la doctora y le contamos todo lo que había sucedido. Su respuesta fue: Gracias por su apoyo y procedió a mostrarnos en su celular su hermosa condecoración como el mejor médico de Palm Beach Garden, FL. Yo dije: ¡Wow! ¡oraciones contestadas, Doctora! Ella vino y me abrazo y me dijo: Gracias, sigue orando por mí. Esto es para que se den cuenta que cuando oramos al Señor a puerta cerrada, Él nos contesta en voz alta.
¡Oh, Dios! Tu nombre es mi honra, pues me asegura la gloria.
Tu nombre es mi pasaporte, pues me asegura el acceso. Tu nombre es mi súplica, pues me asegura la respuesta. Les cuento que el activo más útil de una persona no es el cerebro lleno de conocimientos, sino un corazón lleno de amor, con los oídos bien abiertos para escuchar y manos dispuestas para ayudar. Vigila tu mente. Cuánto más te quejas más te debilitas. Cuánto más agradeces más te fortaleces. La buena educación es la vacuna contra la ignorancia, por lo tanto, quedémonos con el de corazón limpio, ropa sencilla y alma valiosa. También con el que se levanta día a día con una sonrisa en la boca a pesar de no poseer nada. Quedémonos con la gente que regala lo más valioso: amor, tiempo y lealtad.
Recuerden que cada día nuestro tiempo vale más, pues cada vez nos queda menos. Aprovechémoslo, pues no sabemos cuánto nos queda. El preocuparse no ayuda en nada, pero el confiar en Dios lo cambia todo. El amor sana las heridas y las convierte en perlas. No permitas que el ego, la ira o el rencor no dejen sanar tus heridas. No permitas que tus heridas te transformen en alguien que tú no eres. Sigue luchando, sigue orando, sigue confiando, sigue creyendo en Jesucristo que todo lo puede.
Con amor,
María Fanny Agudelo
12/18/2021
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