Nos queremos ir despacito,
mirando hacia lo infinito,
el porvenir que nos viene mirando
hacia la eternidad contemplando
todo lo del Señor, como si no hubiera más.
Ay! déjame Padre,
rendirme ante tu presencia divina,
que con gran humildad
me acerco ante tu altar.
Estamos, bendito Padre
ansiosos de tu amistad,
quisiera acercarme
con todas las almas del mundo,
y todavía quiero más,
estas ansías de amor,
no las puedo saciar.
Pero lo más lindio,
es lo que Tú das.
Amistad tan preciosa
es la del Señor,
no la cambiamos por nadie
porque no puede haber otra mejor.
Tú eres el sol de nuestra vida
y también el sol de la eternidad,
que regalo tan precioso
que nadie lo puede dar.
En tu Santa Presencia estamos
colmados de felicidad,
el saber que vamos
con el dueño del cielo y de la Tierra
y de todo lo demás.
Sería imposible anhelar más.
Señor Bendito, llévame o llévanos para vos,
sin ninguna condición.
Cordialmente,
José Joaquin Agudelo G.
Noviembre 1 del 2007