Consideremos la siguiente situación: Que para ti amigo o hermano y también
para mí, dentro de cien mil millones de siglos nosotros existiremos en el Cielo
o en el infierno. No nos digamos mentiras. Estaremos en el lugar que hayamos
escogido durante la vida y todos tenemos que afrontar esta situación; gústenos
o no nos guste, queramos o no queramos, así lo dispuso nuestro verdadero dueño,
el Señor. Vámonos hacia las alturas que conducen nuestros pensamientos en un
campo de ternura emanado del corazón. No nos quedaríamos en la tierra, no
faltaría más porque somos del Señor y de nadie más. El silencio de la vida nos
conduce a profundidades y nos empapamos de lo eterno desde antes de llegar
allá. El tiempo que pasa lo sentimos con ternura porque son pasos que damos
hacia una vida sin fin. Y es algo muy serio porque no nos podemos equivocar,
pero cuando nos equivoquemos, corrijámonos pronto porque lo que sigue es el
paso a la eternidad. Hablo para ti amigo anónimo. Vámonos con el Señor porque
no hay otro camino que sea mejor.
Amigo, si tú lees este mensaje, anímate como me he animado yo porque
tenemos que engrosar el ejército de almas que vamos hacia Dios. Ni un paso
atrás, ya que el Señor nos dio ese derecho y no lo podemos perder -no faltaría
más- como la única y gran felicidad en el más allá.
Cordialmente,
José
Joaquín Agudelo G.
Diciembre
13, 2008
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