Hola familia y amigos. Hoy quiero hablarles un poco de mi ancianidad. Es muy importante saber envejecer, sobre todo con salud y alegría porque la vejez comienza con desánimo para todo. Cuando dejamos de aprender vamos perdiendo el interés o la curiosidad por todo lo que nos rodea. Envejecer es sentir desánimo para salir de casa ya que poco a poco nos queremos aislar del mundo. Así que no debemos dejar de sonreír ni llenarnos de desánimo. El saber envejecer es una de las más grandes sabidurías y el más
grande capítulo del arte de vivir. Envejecer es algo semejante a escalar una gran montaña y mientras la subimos nuestras fuerzas disminuyen, lo positivo es que la mirada es más libre y la vista más serena. No te lamentes por envejecer porque esto
es un privilegio que muchos no tienen.
Por favor vive sin fingir, ama sin reclamar, habla sin ofender y escucha sin juzgar. Sabían que las personas felices son aquellas que menos estudian las ciencias del mundo, ayudan mucho al prójimo, ríen más, ignoran tonterías y oran mucho confiando
en Dios. Entre más simple vivas, más feliz serás. Entre menos cosas tengas, más tranquilo estarás.
Envejecer con dignidad es pensar y bendecir diciendo: Benditos sean los que
entienden lo torpe de mi caminar y la poca firmeza de mi pulso, benditos aquellos que comprenden que mis oídos se esfuerzan por oír, benditos sean los que comprenden que mis ojos están empañados, benditos sean aquellos que me comprenden cuando derramo el desayuno en la mesa, benditos aquellos
que con sonrisa amable deciden conversar conmigo, benditos sean aquellos que toleran mis fallas de memoria y nunca dicen ‘ya has repetido la misma historia varias veces’. Benditos
aquellos que saben despertar historias de mi pasado. Benditos sean aquellos que me hacen saber que soy amada y respetada, y que no estoy sola. Benditos aquellos que comprenden lo difícil que es encontrar fuerzas en esta edad para seguir luchando. Benditos sean todos aquellos que con mucho amor me
acompañan en estas épocas tan difíciles de mi vida. Llegará el día en que diré: Valió la pena esperar, valió la pena cada lágrima, valió la pena orar a nuestro Dios pues El me dio más de lo que pude haberle pedido.
Les cuento que el secreto para ser feliz es rodearnos de hijos de Dios. Personas amables, sencillas y positivas, que nos hagan sonreír el alma, el espíritu y el corazón, porque así
disfrutaremos cada momento en el paso por esta vida mientras llega la otra vida que es eterna. Allí no tendremos tanto dolor y sufrimiento, pues allí estaremos en los brazos de nuestro Creador.
Que nuestro Señor Jesucristo nos bendiga a todos.
Con amor,
María Fanny Agudelo
10/20/2023
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