Mi esposo y yo fuimos criados en familias católicas en Colombia, y desde muy temprana edad nuestros padres nos enseñaron los principios morales fundamentales de la religión católica. Pero en abril del año 1989 fue cuando comprendimos el verdadero concepto de ser cristiano y desde entonces nuestra relación con Dios la hicimos más personal y fue en esa época cuando renacimos de nuevo como hijos de Dios en el cristianismo. Desde entonces comenzamos a escribir. José Joaquín ha escrito reflexiones acerca del amor de Dios y mensajes de esperanza para la humanidad, y yo sabios consejos para todas las familias de la tierra.

Friday, October 23, 2015

LAS ESTACIONES DE LA VIDA



El justo florecerá como la palmera, crecerá como cedro en el Líbano, plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificaran; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en El no hay injusticia.
Salmo 92: 12-15
Querida familia y amigos del Blog, aunque la juventud es una edad que pasa muy rápido y es recordada por algunos con nostalgia, quiero hablarles de disfrutar las diferentes etapas de la vida ya que yo he ido pasando por todas ellas. Cada estación de la vida nos enseña cosas muy importantes que quiero compartirles. Espero que las entiendan, las practiquen, y las disfruten.

La juventud es una breve época inolvidable, romántica, vibrante, emotiva y feliz. Es una etapa dichosa, creadora y vigorosa en la que todo es fresco y novedoso como una nube en el firmamento con color de rosa. Es una etapa de vigor y fuerza en la que nunca pensamos que se va acabar. Es una etapa primaveral de un sol radiante en la mañana en la que todo nos luce. Pero también hay que reconocer que esa misma juventud tan suspirada es también una época llena de luchas, preocupaciones y nunca exenta de incertidumbres, celos, zozobras, temores, competencias, rivalidades y ansiedades. Es como una regata a la cual hay que estar compitiendo para lograr un ansiado trofeo; para saber que este tan ansiado trofeo es pasajero, efímero, se oxida, y se acaba. Es por esto que aconsejo a los jóvenes a luchar por el verdadero trofeo que es "la vida eterna en el Cielo". Allá disfrutaremos de una dicha sin fin que no se acaba, mientras que en esta vida las dichas y alegrías son pasajeras. Recuerden todos que no sabemos con certeza cuando se nos va la juventud, ese tiempo en que todo aminora su marcha  o se detiene sin prisa dentro de nosotros mismos.
Les cuento que la madurez no es exactamente el medio día de la vida y tampoco la noche, más bien es ese impreciso momento que llega sigiloso en las primaveras sonrientes de una hermosa tarde. No olviden que al llegar a la madurez, cesan casi todas las dudas y algunas incertidumbres que manejábamos en la juventud. El tesoro de la juventud se va pronto para no volver. La madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar. La vejez es el declinar de un día lleno de ilusiones. Pero tenga en cuenta que el alma nunca envejece, aunque el cuerpo externo se nos va deteriorando. Por eso nunca paremos los anhelos de vivir y de soñar. Envejecemos cuando nos cerramos a nuevas ideas y nos volvemos radicales. Envejecemos cuando pensamos solo en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás. Envejecemos cuando dejamos de luchar. Envejecemos cuando dejamos de arreglarnos todos los días. En la juventud aprendemos, en la madurez  comprendemos, y en la vejez por favor, disfrutemos. Recuerda, joven es aquel que es capaz de asombrarse y maravillarse con las bendiciones de Dios y su creación y que como un niño siempre pregunta aunque este viejo. Les cuento que todos queremos vivir muchos años, pero ninguno queremos envejecer. La vejez es linda cuando la disfrutamos con el Señor JESUCRISTO. No sé en qué etapa de la vida te encuentras, pero sea cual sea tú necesitas a JESUCRISTO!  Por favor repite conmigo esta oración de fe:

Padre Celestial, yo creo en el sacrificio perfecto que hiciste en la cruz a favor de la humanidad. Yo sé que soy pecador(a); perdóname todos mis pecados. Lávame con tu sangre preciosa. Hazme una nueva criatura.
Yo te acepto en mi corazón como mi Señor y Salvador personal porque sé que moriste en la cruz por mí para liberarme de la esclavitud del pecado. Y yo también se que resucitaste de entre los muertos y que ahora estás en el Cielo. Por favor escribe mi nombre en el libro de la vida para que pueda estar en el Cielo contigo por siempre. Y pido todo esto en tu santísimo nombre, oh Señor Jesucristo, Amén."

Con amor,
                           María Fanny Agudelo
                           10/15/15

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