EL CASTIGO ETERNO

Quisiera como enamorado del Señor reflexionar sobre un tema que nadie o casi nadie lo considera importante. Tal vez por desagradable a nuestros oídos, pero no debería ser así. La Sagrada Escritura nos enseña que hay un lugar donde existe fuego, azufre, tinieblas y muerte eterna que no es desaparecer. Si eso fuera así seria menos terrible (Marcos 9:44, Mateo 25:41 y Apocalipsis 21:8). Nosotros podemos pensar y obrar como nos plazca y nadie nos lo impedirá porque Dios respeta nuestra voluntad, pero ¡ay si nos puede salir caro! 

Tu al igual que yo conocemos un horno donde funden los metales. Imaginémonos cómo seria estar dentro de él

siquiera por un segundo, ¿qué quedaría de nosotros? Los sufrimientos solo durarían una escasa fracción de segundos y luego nada sentiríamos. Ni comparación con las penas del infierno que en intensidad nadie lo sabe, pero si en duración porque aquí morimos, pero allá no. Esto es lo terrible. Imaginémonos nuevamente el horno, imaginémonos que entraríamos a él pero con la condición de tener que soportarlo indefinidamente por no poder morir, ¡aterrador, aterrador!

Señor Jesús con la humildad y el amor que Tú nos regalas nos encomendamos  a ti como el único Señor y Salvador de nuestras vidas, como la luz que nos alumbra y el verdadero camino que nos guía.

Gracias mi buen Señor JESUCRISTO, necesitamos ver tu rostro, tenemos sed de ti. Padre Celestial por el Salvador que nos regalaste, te alabamos y te glorificamos con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma. Que compañía más dulce y que luz más radiante es el contemplarte a ti mi amadísimo Señor. ¡Tú eres el Dios de nuestra vida!

Cordialmente,

                   José Joaquín Agudelo

                   Noviembre 14/89