Cuando hayan pasado cien mil millones de siglos, tu existes y yo también. Todos existiremos porque así quiso el Señor. Tuvimos principio, pero no tenemos fin. Y somos tan importantes para el Señor nuestro Dios que aun por uno solo, hubiera sido suficiente motivo para bajar desde el Cielo y tomar carne humana y redimirnos del pecado. El murió por nosotros y su muerte fue muerte de cruz. Si hemos aprovechado bien los días de nuestra vida, siguiendo muy de cerca a JESUCRISTO y amándolo por sobre todas las cosas, tenemos asegurada la salvación de nuestra alma y eso es todo. Como me gustaría que lo que yo siento, lo sintieran los sabios de este mundo y contaran a la humanidad la importancia de este negocio eterno que tiene tanto de largo como de ancho. Pero yo apenas balbuceo algo de lo que intento decir. Háganlo hijos, háganlo que nunca les pesara, pero ninguno podría expresar nada si primero no tiene al Espíritu Santo en el corazón. Vámonos por ese camino porque es de importancia infinita. Espíritu de Dios, ilumina, ilumina esas almas para que lo que me diste a mi, lo reciban ellas también. Ahora no me queda más Papa Dios que darte gracias, muchas gracias Señor. Yo te siento tan cerca tan cerca Señor, que mi corazón se infla de amor. Puedes tu sentir lo mismo que yo?
Cordialmente,
Su servidor, Jose J. Agudelo
Sept. 25, 2011
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