I
Ah Señor! parece que no tuviera
algo para escribir,
mueve tu mis labios,
porque sin más no me puedo ir.
II
Hoy es una tarde serena,
que bonita está,
nos quedamos con ella
como si no hubiera más.
III
Ayúdame Señor
a contemplar tu ternura,
porque no podemos
menos que deleitarnos
con tu hermosura.
IV
Tu presencia es divina,
no lo podemos negar,
llévanos Señor
a tu lindo hogar.
V
Nuestros ojos
llevan un poderoso velo,
descúbrelos Señor,
para llegar a tu lindo cielo.
VI
Te amamos en verdad,
no tenemos ninguna duda,
hasta que resplandezca para nosotros
el sol de la eternidad.
VII
El sol de la eternidad,
eres tu Señor amado,
arreboles de cielo,
en las playas de lo eterno.
VIII
Hagamos silencio
hermano querido
porque la gloria del Señor
nos ha conmovido.
IX
No podemos imaginar
la dicha que nos espera,
la presencia del Señor
como si nada fuera.
X
El cielo, el cielo hermano querido,
como te agradecemos mi Dios,
ese comportamiento divino.
XI
No me aguanto Señor,
ya pensaba terminar,
pero por amor a ti
quiero escribir unos más.
XII
Mi alma se deleita en ti,
no cabe ninguna duda,
en nuestros oídos susurra
tus llamados de ternura.
XIII
Papacito Dios,
que lindo se deleita
nuestro espíritu con el Señor.
XIV
Eres todo canción,
melodías del cielo,
viajemos con anhelo
a esa hermosa mansión.
XV
Papacito Dios,
cómo brilla tu resplandor,
alcanza todas las almas
que te seguimos Señor.
XVI
No me preguntes,
hermano, quién soy,
es para ti el mensaje
del Señor.
XVII
No me quiero confundir;
en tu santa presencia
quiero sobrevivir.
XVIII
En el final de nuestra vida
a ti nos dirijimos;
llévanos Señor contigo
dentro de tu corazón divino.
XIX
Cuando Cristo llega,
todo queda lleno de su bondad,
no despreciemos hermanos
esta bella oportunidad.
XX
No me preguntes
quién soy,
porque es para ti
el mensaje del Señor.
Y no te lo guardes, comunícalo a tus amistades electrónicamente.
Muchas gracias.
José J. Agudelo G.
Junio de 2006.
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