“No os afanéis
por vuestra vida, que comeréis, ni por el cuerpo, que vestiréis. La vida es más
que la comida y el cuerpo que el vestido… buscad el Reino de Dios y todas estas
cosas os serán añadidas” Lucas 12:22-23, 31
Amigos
queridos del blog, no sabemos si será por tanta tecnología de este siglo 21 que
todos corremos por causa del tiempo, pero lo que sí sabemos es que todos
corremos. Se nos olvida que el premio no es para el que más corra, sino para el
que sepa correr. Los invito a que nos hagamos el propósito de no correr tanto
este año que está por llegar y también a que reflexionemos en el siguiente
escrito anónimo que habla acerca de este tema.
Señor: He salido a la puerta y
afuera había hombres que iban, venían, corrían; también las bicicletas, la
calle y la ciudad corrían. Corrían para no perder tiempo, corrían en
persecución del tiempo para atrapar el tiempo, para ganar tiempo. Hasta luego
señora, excúseme no tengo tiempo, no puedo esperar; me hubiera gustado
ayudaros, pero no tengo tiempo; imposible aceptar, no tengo tiempo. No puedo
reflexionar, no puedo leer, no tengo tiempo. Me gustaría orar, pero no tengo
tiempo. Más tarde estaré agonizando, es demasiado tarde, ya nunca tendré
tiempo. Los hombres corren persiguiendo el tiempo. ¡Oh Señor! pasan por esta
tierra corriendo, apresurados, atropellados, enloquecidos, desbordados, y
no llegan a nada jamás. ¿Por qué? Les falta tiempo.
Oh Señor, tú has debido
equivocarte; en tus cálculos hay un error general. Las horas resultan demasiado
cortas, los días se hacen demasiado cortos, las vidas son demasiado cortas. Y
tu Señor que estas fuera del tiempo, sonríes al vernos batallar con el tiempo.
Pero tú sabes Señor lo que haces; tú no te equivocas; distribuyes el tiempo a
los hombres; tú das a cada uno el tiempo justo para hacer lo que quieres que
haga. Pero no conviene perder tiempo, malgastar tiempo, matar el tiempo, pues
el tiempo es un regalo de Dios; pero un regalo fugitivo que no se puede meter
en una lata de conservas. Señor, si tengo tiempo, tengo todo el tiempo mío,
todo el que tú me das, los años de mi vida, todos los días de mis años, las
horas de mis días, todas enteras y mas; a mí me toca llenarlas tranquilamente y
con calma pero llenarlas bien hasta los bordes para luego ofrecértelas, y
que de su agua desabrida tú hagas un vino generoso como lo hicisteis en Cana de
Galilea para las bodas de los hombres.
Por eso esta noche Señor no te pido
tiempo para hacer esto o aquello y lo de más allá, te pido solamente la gracia
de hacer el bien a conciencia, lo que quieres que haga, en el tiempo que tú me
das.
Recuerden amados lectores que no hay cosa más
importante que mirar el valor de un día con mucho amor y entendimiento y
dedicárselo al Señor tu Dios y a tu familia. Debemos vivir cada día como si
fuera el último de nuestras vidas, solo así sabremos valorar los pequeños
detalles y podremos amar incansablemente a nuestros semejantes.
Con amor,
María Fanny Agudelo
11/27/13
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