Amigos queridos del Blog, recuerden que siempre les he
dicho que la mejor universidad es “la vida”. Así que hoy quiero contarles
una impactante historia anónima y de esta manera seguir aprendiendo.
Una vez a un medico cardiólogo chino se le presentó un
hombre muy enfermo del corazón el cual ya había recorrido muchos especialistas
y estos se lo recomendaron. Con bastante dificultad llego a él y este doctor
comenzó estudiando las capacidades económicas del paciente. Luego le dijo que
con estos recursos tan bajos no lo podía atender ya que su clínica le demandaba
muchos gastos.
A pesar de todo este especialista tuvo una llamada en su corazón, pero la dejo pasar de largo despachando al enfermo sin atenderlo. Este salió rumbo a su casa muy triste y desmoralizado por lo sucedido y en el camino su corazón no le funcionó más y cayó muerto. Al otro día un colega medico le conto lo sucedido y en ese momento se acordó que el corazón le había hablado, pero no le hizo caso; entonces se arrepintió de no haberlo escuchado.
A pesar de todo este especialista tuvo una llamada en su corazón, pero la dejo pasar de largo despachando al enfermo sin atenderlo. Este salió rumbo a su casa muy triste y desmoralizado por lo sucedido y en el camino su corazón no le funcionó más y cayó muerto. Al otro día un colega medico le conto lo sucedido y en ese momento se acordó que el corazón le había hablado, pero no le hizo caso; entonces se arrepintió de no haberlo escuchado.
Cuantas veces nos habrá pasado lo mismo a nosotros que
nos habla el corazón y no lo escuchamos porque somos muy egoístas para ayudar a
nuestros semejantes. Pidámosle a Dios que no nos pase como a este cardiólogo,
que habiendo curado tantos corazones, no supo escuchar la voz del suyo. Pero la
realidad es que nuestro corazón no es el que nos habla, sino Dios en nuestro corazón.
Es importantísimo entonces escuchar la voz de Dios en nuestra conciencia,
en nuestro corazón, en nuestros pensamientos o en nuestros oídos para que más
adelante no tengamos malas consecuencias. Pero si somos sensibles y le fallamos
a Dios, debemos arrepentirnos y pedir perdón al Señor nuestro Creador. Pedir perdón
porque pudiendo hacer el bien no lo hicimos. Y esto se cuenta como pecado
delante de Dios (Santiago 4:17). Gandhi oraba así: Señor, si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me
quites la humildad. Y si me das humildad, no me quites la dignidad. Cuando
oramos, hablamos con Dios, pero cuando leemos su Palabra, es Dios quien habla
con nosotros. ¿Practicas esto todos los días? Hazlo parte de tu estilo de vida.
Con amor,
María
Fanny Agudelo
11/16/13
www.holdingheaven.blogspot.com
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